Reconozco que para esta ocasión no he encontrado un tema o un hilo conductor sobre el que escribir. Reconozco que mi cabeza va de un lado a otro, que le cuesta concentrarse en algo concreto. Reconozco que a la hora de decidir qué películas veo lo hago un poco por impulso y sin seguir un orden o un propósito. Reconozco que necesito que la cámara se distancie de mí para poder mirarme desde un plano general para poder ubicarme, para poder situarme en el espacio del plano. Y, claro, todo esto me lleva a no tener un tema concreto sobre el que hablar. Sí, me falta planificación, pero soy muy mala con eso y salto de un tema a otro con enorme facilidad y, por supuesto, termino perdiendo el foco.
Como mujer que vivió en un mundo analógico, la rapidez de la información y de las redes sociales me sobrepasan, me saturan, me apabullan y me crean un desasosegante caos mental. Además, esa saturación me vuelve irascible e impaciente y me hace vivir en un constante estado de mosqueo/enfado con el mundo porque el número de gilipolleces que leo, escucho y veo en mi dispositivo móvil crece exponencialmente. Y sin embargo, no puedo apartar la mirada.
Necesito frenar y desintoxicarme (que parezco una adolescente) y necesito reconectar con un estilo de vida más profundo porque si no terminaré siendo una vieja insoportable y criticona, más de lo que ya soy. Sí, estoy harta de tanta superficialidad, postureo y correcciones políticas que están acabando con el pensamiento crítico, el racionalismo y la sensatez. Y todo esto me dispersa y me impide pensar con claridad y con pausa y reflexionar y centrarme y es por eso que (entre otras cosas como poner al día el Notion)…
… he vuelto a leer y estudiar teoría fílmica.
¿Por qué? Porque creo que mis análisis se están perdiendo en los estudios culturales y estoy desatendiendo la obra cinematográfica en sí.
Así que este verano estoy desempolvando mis viejos libros sobre teoría del cine (en algunos la lignina ha hecho auténticos estragos), pero también descubriendo gran parte de los que se han ido publicando en estos últimos años, para poco a poco ir puliendo la metodología de análisis y poder ofrecer una divulgación más completa y rigurosa. A ver que no pretendo convertirme en una teórica, ni en una sesuda ensayista, pero sí ampliar mi registro, mejorar y evolucionar.
Por supuesto, no olvido la parte de las aportaciones de las mujeres a la historia del cine, pero es que todo va un poco unido, porque aparte del análisis me encanta la historia y cómo todo se interrelaciona, para entender por qué hubo más cineastas en unas épocas que en otras, para entender por qué elegían determinados temas o determinados estilos e ir forjando una genealogía propia que, a día de hoy, es lo que más me interesa.
Ese volver a estudiar teoría y análisis fílmico también es debido a que estoy en proceso de documentación para algo de lo que ya os hablaré y que, por estar por aquí aguantando mis chapas, seréis las primeras en conocerlo e incluso en algún momento dado os iré poniendo al día de la evolución.
En ese proceso de documentación estoy estudiando el cine de la modernidad, o el cine moderno, un cine al que entraron de lleno las cineastas y que comprendió entre 1950 y 1980 aproximadamente. Algunas de las obras más potentes de aquella modernidad fueron realizadas por mujeres.
Las cineastas entraron en la modernidad y muchas de ellas supieron abrazarla para poder hablar de cosas de las que no se había hablado hasta entonces, para poder mostrar una mirada diferente al y del mundo, para separarse, en muchas ocasiones, del cine imperante masculino. Supongo también, porque muchas de las mujeres que hicieron cine en aquellos años estaban lejos de Hollywood, así que los modos de producción y de entender el cine lejos del modelo industrial estadounidense era algo normal para ellas. Mientras que en EE.UU. poco a poco se iba secando la participación de las cineastas, en Europa, e incluso en otras latitudes geográficas fuera del viejo continente, iban proliferando poco a poco las mujeres que hacían cine.
Cositas para recomendarte
Generación cápsula (Sophie Barthes, 2023) que tienes en SkyShowtime y Movistar+ y que es como un capítulo largo de Black Mirror con un tema interesantísimo y muy inquietante, el de los úteros artificiales para realizar una gestación fuera de la madre, ahí es nada. También revisité Ellas dan el golpe (Penny Marshall, 1992), película de mi juventud que tenía ganas de volver a ver. Siento que no he visto mucho cine de directoras (he estado recuperando cine clásico y no tan clásico de directores) y lo que he visto ha sido en DVD pero aún así te recomiendo sin duda American Honey (Andrea Arnold, 2016) y Polisse (Maïwenn, 2011), esta última está en Prime, ambas estupendas. Para la próxima espero poder hacerte recomendaciones más numerosas para el verano.
En otro orden de cosas
Me gustaría preparar un pequeño dosier sobre Leontine Sagan y su mítica Muchachas de uniforme (1931). Aunque no realicé en el encuentro por falta de asistentes, sí que tengo toda la información que fui recopilando para ello y me gustaría aprovecharla en un documento para que te acerques a esta obra y entender su posición en la genealogía fílmica femenina y lésbica.